Hablemos de un tema que nos pone en jaque: el empleado que la rompe en habilidades, pero siempre trae sus quilombitos. Sí, ese que te soluciona el día pero a veces lo complica. Ahí está el dilema del crack con sus altibajos. ¿Qué hacer? ¿Sacarlo o retenerlo como sea?
Antes de tomar decisiones apresuradas, puntualicemos en lo fundamental: el talento. Sí, esa joyita que brilla aunque esté cubierta de polvo. Es como una relación medio turbulenta, donde el corazón te dice «dale otra oportunidad» pero la cabeza te avisa «¡atenti!».
La jugada maestra es encarar este asunto con cabeza fría y astucia. ¿Por qué no convertir a ese talentoso en un aliado en serio? Juguemos a gestionar este desafío.
Primero, sin dramas: identificar los problemas es la clave para resolverlos. ¿Está medio fuera de eje? ¿Genera desorden en el equipo? A ponerlo sobre la mesa, sin vueltas.
Después, rescatar esas cualidades que lo hacen brillar. ¿Es un genio creativo? ¿Aporta ideas que levantan al equipo? Ahí está el potencial, hay que darle un rumbo mejor.
La charla es fundamental, no para castigar sino para conectar. Hablar con franqueza sobre las expectativas y cómo se está complicando la trama. A veces, una buena charla puede cambiar el panorama. El crecimiento, no cae del cielo pero se puede trabajar en eso. ¿Qué tal un plan a medida? Capacitación, apoyo, mentoría. Convertir sus líos en oportunidades de crecimiento.
A veces, la realidad es tozuda. Si a pesar de todo no se consiguen ciertos cambios, puede ser hora de tomar decisiones difíciles: OJO que el bienestar del equipo es más valioso que un talento individual.
¿Salvar o soltar a este crack con sus problemas? No hay una respuesta única. La clave está en saber manejar la situación y ver si hay chances reales de cambio. Al final, la decisión sobre qué hacer con esta persona está en las manos de los que llevan la batuta. ¿Darle otra oportunidad o dejarlo ir? La respuesta está en la sapiencia de la gestión del talento.
Un abrazo y éxito en las jugadas laborales.
